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9 de abril de 2017

¡A QUIÉN ACLAMAMOS EL DOMINGO DE RAMOS?

Jesús se sigue manifestando en la pequeñez de su Palabra y de los sacramentos, así como en los gestos de amor y caridad hacia los pobres

La Cuaresma tiene un ritmo creciente de revelar quién es Jesús: comienza con las tentaciones y la transfiguración, que nos introducen en el misterio del Dios que es solidario con nuestras pobrezas pero que las supera y triunfa sobre ellas; luego nos muestra a Jesús que satisface la necesidad de agua para beber de la Samaritana, la curación del ciego de nacimiento y finalmente la resurrección de su amigo Lázaro. 

Una sucesión creciente de acontecimientos para hacernos ver quién es Jesús para no nosotros, es decir, qué hace él por nosotros: satisface nuestras necesidades, pero sobre todo él “es la resurrección y la vida” (Jn 11,25).

El Domingo de Ramos es la culminación de este proceso de conocimiento progresivo de Jesús, aunque en sí sólo es el pórtico, porque el Triduo Pascual es la manifestación suprema de Jesús, como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo, el Hijo del Hombre que da la vida por todos y resucita.

Cuando la gente se reúne para aclamar a Jesús solamente han tenido noticia de lo que Jesús ha predicado y ha hecho; está admirada por ello, pero realmente no saben quién es Jesús. Según el conocimiento que tienen de él, lo reciben como a un rey, según la mentalidad religiosa del pueblo judío. ¿Pero se corresponde esta idea a quién Jesús es realmente? Ése es el gran interrogante que nos plantea el Domingo de Ramos, a nosotros y en general a todas la personas que de una manera u otra buscan a Dios.

La misión precisamente busca responder a esta gran cuestión; mucha gente se alegra de la presencia de la Iglesia, en general, y de los misioneros y misioneras, en particular, por lo que conocen de Dios o intuyen de él o por lo que la Iglesia aporta al desarrollo humano o social, a la cultura, etc. Como a Jesús es fácil aclamar a los misioneros por la inmensa labor que hacen. Su labor, sin embargo, sin quitar nada a su contribución a todo lo humano, va más allá de todo eso: ellos buscan revelar a Jesucristo, como él lo hizo, con palabras y obras.

El Domingo de Ramos es la invitación que nos hace Jesús a que detrás de las aclamaciones que le dediquemos, le busquemos a Él como realmente quiere ser encontrado. Jesús se manifestó en las cosas pequeñas, en los detalles, en su cercanía a los más necesitados o marginados… los pequeños gestos de amor y ternura, huyendo normalmente de las grandes masas. Jesús se sigue manifestando en la pequeñez de su Palabra y de los sacramentos, así como en los gestos de amor y caridad hacia los pobres. Los misioneros siguen esta misma dinámica de Jesús y la misión de la Iglesia se realiza fundamentalmente a través de lo cotidiano y lo pequeño.

Abrimos la Semana Santa con el Domingo de Ramos y encomendamos en nuestras celebraciones a los misioneros y misioneras en el mundo entero para que sigan los pasos de Jesús y, huyendo de las pompas de este mundo, sean como Jesús testimonio del amor humilde y callado pero revela el inmenso amor de Dios por todos sus hijos e hijas.

Juan Martínez

Fuente: Obras Misionales Pontificias España